A propósito de los días de asueto que se aproximan por
motivo de la Semana Santa, son muchas las personas que están llevando dietas y
entrenamientos físicos con el fin de lucir cuerpos esbeltos para esta fecha en
donde las playas y sitios de recreación se aglomeran de visitantes. Los
gimnasios nos ofrecen programas especiales para lograr rebajar, tonificar y tener
un abdomen con “cuadritos”.
Esto a mi entender no está mal, no hay nada
perjudicial en que nos ejercitemos para tener nuestro cuerpo en forma (yo misma
estoy trabajando para eso). Pero no olvidemos que el ser humano, además de
cuerpo, es alma y espíritu, y así como ponemos tanto empeño en mejorar nuestro
cuerpo, de esa misma forma, o mucho más, debemos ejercitar nuestra vida
espiritual.
Para llegar a tener una determinada condición física
se requiere un plan de tareas que incluyen consultas médicas, cambios en la
alimentación y rutina de ejercicios. Por igual, para lograr poner nuestra alma y
espíritu en forma debemos también implementar ciertas actividades que nos ayuden
a cumplir nuestro objetivo.
Como parte de esta operación “cuadritos para el alma”,
les propongo dediquemos más tiempo a las siguientes tareas:
Leer la
Biblia. En cualquier área o disciplina, la lectura es la fuente
primordial del conocimiento. De ahí que todo entrenamiento para fortalecer
nuestra vida espiritual debe comenzar por la Palabra de Dios, la cual, como
dice el Apóstol San Pablo es “viva y eficaz” (Hebreos 4:12). Los Evangelios,
las cartas de San Pablo, los Salmos, el Viejo Testamento, están llenos de
mensajes que nos enseñan el camino a seguir y nos permiten conocer el plan de
Dios para nosotros sus hijos.
Orar.
La oración no es más que hablar con Dios desde nuestro corazón. Ya sea oración
de agradecimiento, de alabanza, de ofrenda, de petición, lo importante es que
hagamos cada vez más frecuentes nuestros encuentros con El Padre. Que tu día no
empiece sin antes darle gracias al Creador por amanecer con vida, que no
inicies ningún proyecto sin antes ponerlo en sus manos, que el día no termine
sin agradecer las bendiciones y pruebas que el Señor te ha enviado.
Ir a la
Iglesia. Hay quienes dicen que no necesitan ir a una iglesia o
templo para estar cerca de Dios. Y esto es cierto dada su omnipresencia,
pero no menos cierto es que la fe no sólo hay que vivirla individualmente sino
también en comunidad. Cuando compartimos el mensaje de la Palabra con nuestros
hermanos de la iglesia, nuestra fe se fortalece y nuestra oración cobra aun más
fuerza. Bien dijo Jesucristo que allí donde están dos o tres están reunidos en su
Nombre, allí está El, en medio de ellos (Mateo 18:20).
Incluir a
Dios en TODO. Nuestro día a día pasa a toda velocidad entre
ocupaciones y responsabilidades, pero si dejamos que ellas nos abrumen y nos alejen
de Dios, nuestro espíritu se irá debilitando a medida que ellas toman fuerza.
Para esto, mi sugerencia es que hagamos a Dios parte esencial de todos los
momentos de nuestro día. Antes de una reunión, de un examen, de una
presentación, dedicar unos minutos a la oración para ponerlo en sus manos;
antes de comer darle gracias y pedir su bendición; si nos gusta la música
incluir en nuestras listas algunas canciones cristianas; en fin, el punto es
tener presente al Señor en todo lo que hagamos.
Propongámonos firmemente trabajar para que
nuestra fe y vida espiritual sean cada vez más fuertes e inquebrantables. Si de
verdad lo queremos, nuestro Padrel del Cielo nos enviará la fortaleza y los dones necesarios para
lograrlo.
Excelente! :)
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